Historia

Hermandad Hospitalaria

El origen de la Hermandad y de la devoción a Ntra. Sra. de la Soledad, hemos de situarlo al menos en la primera mitad del siglo XVI, al amparo del Hospital de la Misericordia y de su capilla:  la Ermita del Señor Santiago de la Espada, que acabaría tomando el nombre de nuestra titular por la devoción que el pueblo de Huelva le profesaba. Se tiene constancia de la existencia de la capilla del Hospital de la Misericordia, por Bula de León X, en 1521.

Por lo que hemos de suponer que la Hermandad nacería para atender las necesidades del Hospital, de amén de que es frecuente la relación de las hospitalidades de la Misericordia con las hermandades de la Soledad y del Santo Entierro, puesto que estas daban cristiana sepultura a los pobres que asistían "pobres vergonzantes". Teniendo una primera aproximación de su fundación en el expediente de patronazgo, a favor de Don Pedro de Guzmán y Quesada, fechado en marzo de 1651, se dice que “hacía más de 100 años que estaba fundada la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad”, lo que nos remontaría, y así está reconocido oficialmente, como anterior a 1551.

En este periodo, como hermandad hospitalaria, encontramos las primeras referencias directas, que serán continuas desde 1572 hasta nuestros días. La primera cita la encontramos en el testamento de Maria Ortis: "Ytem mando una toca mia mengala la mejor que tengo a la imagen de ntra sra de la Soledad de esta villa". Por otro lado, conocemos que la Hermandad procesionaba en estos años, desde la Soledad, la tarde del Viernes Santo, tal y como refleja el acta del cabildo municipal de 15 de marzo de 1573, en el que los miembros de este, mostraban su malestar por que entendían se les daba una posición menos privilegiada en la procesión “…en este Cabildo se trató que porqué los hermanos de la Soledad an tenido comisión del señor provizor de Sevilla que en ellos rijan la procesión del Viernes Santo de la Soledad, y porque no es cosa que la preminencia de este cabildo se usurpe…”.

El peso específico de la devoción a la Soledad, durante todo este periodo, dentro de las cerca de 23 hermandades que llegaron a existir en el mismo, dan buena fe las citas testamentarias, más de cuarenta referencias sólo en el periodo entre 1572 -1804, y el número de misas in memoria, siendo la segunda devoción onubense, tras Ntra. Sra. del Rosario de la hermandad de negros, con más dedicaciones, en los siglos XVII y XVIII. También se tiene constancia de continuas  donaciones, expresándose algunos de los donantes en los siguientes términos: “por especial devoción que le tengo”, “por una promesa que tengo hecha”, “que las tengo prometidas”. De entre los objetos donados sobresalen: donaciones monetarias; objetos de valor como candelabros, faroles, aceite y cera; sayas y mantos de nobles tejidos; sortijas y rosarios. U otras donaciones más llamativas como “la madera de mi cama” o “una vaca erala”. Por otro lado, la existencia de cuadros de Ntra. Sra. de la Soledad, para el culto particular, durante este periodo, son otra muestra de la profunda devoción de los onubenses a la Soledad.


Testamento de Maria Ortis: "Ytem mando una toca mia mengala la mejor que tengo a la imagen de ntra sra de la Soledad de esta villa"

Patronazgos

Desde mediados del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII, la ermita y la hermandad estuvieron acogidas al patronazgo de las familias Guzmán y Quesada en primer término y, posteriormente, al de la familia Mora Negro y Garrocho.

En 1651, el hidalgo Don Pedro de Guzmán y Quesada, caballero de la orden de Santiago y alcaide del castillo de Huelva, en la “necesidad” de adquirir un lugar en Huelva, donde enterrarse con sus padres, camposanto no parroquial, y aludiendo a Santiago como nexo entre la ermita de su nombre y la orden de la que era caballero, obtuvo el patronazgo de la ermita. Ya con anterioridad, había ejercicio como patrón ejecutando obras de mejoras en 1631 y afrontando la renovación de altares y ajuar litúrgico. Finalmente, en 1654, se excava la cripta donde enterrarse junto con su familia.

Le sucede en el patronazgo su hermano Don Diego de Guzmán y Quesada. En disposición de su testamento, tras su fallecimiento, el 4 de marzo de 1691, se fundaron, al no autorizar el arzobispado la primigenia voluntad del testador (que era la fundación de un convento de mínimas) las Cátedras de Latín y Filosofía, primitivos centros de enseñanza secundaria de Huelva. A su fallecimiento se postula como patrono Don Diego José Ferro y Gupil, para pasar finalmente a la familia Mora Negro Garrocho en la persona de Don Juan Bautista de Mora, en 1730.




Expediente de patronazgo de Don Pedro de Guzmán y Quesada

Hermandad de Clase

Si hasta 1766 la hermandad estuvo al amparo de sus patronos, que garantizaban el culto diario en la ermita y la procesión del Viernes Santo, tras el fallecimiento de Don Juan Bautista de Mora, que venía ejerciendo el patronazgo desde 1730, se produce una auténtica revolución en la cofradía con la aprobación de los estatutos de 1766. En esta reforma, en la que hemos de nombrar como artífices a aquella primera Junta de Gobierno, compuesta por Don Marcos García Bustanza, Don Francisco Pinzón Moreno, Don José de Mora Sánchez, Don Francisco Muñoz Arroyo, Don Isidro Ventura Malaballe y Don Francisco Antonio de Cabrera, se establece una limitación en cuanto al número de hermanos que conforman la cofradía, que serán 33 eclesiásticos y 50 seglares. Componiendo la Junta de gobierno el Hermano Mayor (mayordomo) acompañado por dos diputados eclesiásticos, dos diputados seculares, secretario y muñidor. Esta era elegida por votación secreta de los hermanos, si bien, del estudio de los resultados se deduce una turnicidad pactada, entre eclesiásticos y seglares, para el ejercicio de los oficios de mayordomo y de acompañado.

Sin duda, se abre un periodo de esplendor en la cofradía en la que se integrarían las élites de la ciudad, de la que afirmó el vicario de Huelva en 1786 que sus hermanos «son las personas más condecoradas deste pueblo». Fueron hermanos, en el periodo señalado, personas tan ilustres como Don Juan Agustín de Mora Negro y Garrocho, autor de “Huelva Ilustrada”, y Don Antonio Jacobo del Barco y Gasca , autor entre otras obras de “Dissertacion historico-geographica, sobre reducir la antigua Onuba a la villa de Huelva”

En cuanto sus formas, conocemos que se realizaba piadoso Acto del Descendimiento de Nuestro Señor, al ser la imagen del Señor Yacente un cristo articulado. Tras depositarlo en   su urna, la  procesión se ponía en marcha hacia la parroquia de la Purísima Concepción, para realizar estación de penitencia. En primer lugar, el paso de la cruz, de donde se había descendido al Señor, en segundo lugar, la urna y, por último, el paso de la Soledad, pequeño palio, vistiendo la imagen un manto tachonado de estrellas según inventario de 1776. Al regreso, en el porche de San Pedro, se predicaba el Sermón de la Soledad. A su término, la imagen mariana se recogía en la Mayor de San Pedro, mientras que los pasos de la cruz y la urna se recogían en la ermita, donde aguardaban el regreso de la titular mariana, en la mañana de odmingo de Resurrección, en Procesión de la Resurrección.

Hermandad Oficial

Si bien es cierto que ya en el antiguo régimen las autoridades civiles y eclesiásticas formaban parte en la procesión del Santo Entierro, e incluso discutían sobre la preferencia en las mismas,  como podemos confirmar por el acta del cabildo de 1573 mencionada anteriormente, es a finales del siglo XVIIII y principios del XIX cuando estas procesiones toman el impulso que actualmente conocemos. 

Pero fue el Rey Carlos III quien, en su afán de ordenar el fenómeno cofrade, impone un orden público a los días santos. Intervino pertinazmente en la regulación de las cofradías de sus reinos, lo que nos llevaría al modelo de cofradía oficial. El monarca, entre otras cuestiones, decretó: la supresión de las cofradías que no contaran con reglas aprobadas por la autoridad civil (Consejo de Castilla) o eclesiástica, la desaparición de las cofradías gremiales, la redacción de nuevos estatutos a las hermandades de Ánimas Benditas y las sacramentales, las prohibición de danzas en los templos y la prohibición de los disciplinantes, empalados y penitentes de sangre.  Carlos IV fue más allá, pues, por Real Resolución 1805 prohíbe en la Corte todas las procesiones, salvo la procesión del Santo Entierro el Viernes Santo. En dicha procesión, participarían varios pasos de otras cofradías y se obligaba a asistir a la Corporación Municipal en pleno y demás autoridades locales, tanto eclesiásticas como civiles. De esta forma se nace el carácter de Oficial, cuyo modelo se traslada de la corte al resto del Reino, comenzando por Córdoba en 1819, y que hoy, es distintivo común de las cofradías del Santo Entierro españolas.


Traslado a San Pedro y Real Congregación de Señoras del Santo Sepulcro y Soledad de María Santísima

El derrumbamiento de la cubierta de la Ermita de la Soledad, el 2 de febrero de 1855, y la posterior desamortización del templo, obligó a la Hermandad a trasladar su sede a la Parroquia Mayor de la San Pedro. El traslado a San Pedro no hizo languidecer, ni mucho menos, a la Hermandad, siendo precisamente uno de los periodos de mayor creciente. Sin duda, el impulso devocional que supuso el empuje de la congregación hermana promovió unas reformas estatutarias, para adaptarse a los nuevos tiempos, en 1888 y 1898. Estas normas, en las que ya se reconoce a la hermandad como Real, no difieren, en cuanto al sentido de cofradía, de la tradición pasada; tres pasos, siendo el primero el de la cruz y Acto del Descendimiento, si bien desaparecen tanto el Sermón de la Soledad como la Procesión de Resurrección. En estas reglas se definen las túnicas negras y los zapatos con hebilla, vistiéndose el hábito tanto el Viernes Santo, como en las otras hermandades a las que se asistiera, en las visitas al Santísimo el Jueves Santo y en la jura de reglas como hermano.

En 1875 se funda la Real Congregación de Señoras del Santo Sepulcro y Soledad de María Santísima, cuyas componentes estaban, en muchas ocasiones unidas por vínculos familiares de destacados hermanos del Santo Entierro, como D. Enrique Díaz, D. Guillermo Duclós o D. Alejandro Cano. El  objeto de la Real Congregación fue dar culto al Santo Entierro de Cristo y Soledad de María, Titulares de nuestra Hermandad, así como fomentar la caridad. A esta Congregación le concede el arzobispo de Sevilla, en 1891, indulgencia a “quien el día de la visita al Santo Sepulcro pidiendo a Dios Nuestro Señor por la exaltación de la fe Católica y demás fines de nuestra Santa Madre Iglesia”. En 1896 reciben el título de Real.

Conjuntamente a la Real Congregación, la Hermandad celebró quinarios al Santo Entierro de Cristo y novenas a la Soledad de María Santísima, con la hermosa referencia en nuestras actas de mediados del siglo XX, como “nuestra congregación hermana”. Digno de mención es la gran aportación de la Real Congregación a la Ciudad e Iglesia de Huelva, fundando en 1884, el asilo de ancianos de Huelva, con la denominación de “casa de la Madre de Dios” o de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.


Devocionario de la Real Congregación de Señoras del Santo Sepulcro y Soledad de María Santísima.1891

La reforma de 1916

Los cambios más significativos, acordes con los nuevos tiempos, se producen a partir de 1916 cuando se incorpora la imagen de Ntra. Sra. de las Angustias, que recibía culto en la parroquia, al paso del misterio de la Santa Cruz del Calvario. Además, se modifica el “traje de nazareno”, pasando a llevar túnica y antifaz negros y capa de color morado. A los cambios en el primero de los pasos, se sumarían en los años siguientes 1917 a 1924, la sustitución del paso de la urna, por el misterio del traslado al sepulcro, y la consecución de los bordados del paso de palio, estrenándose en 1919 el manto morado de Soledad, obra del insigne bordador sevillano Juan Manuel Rodríguez Ojeda

En este periodo destacan como hermanos, tan ilustres onubenses como D. Manuel Siurot Rodríguez, D. Juan Cádiz Serrano, D. Tomás Domínguez Ortiz, D. Juan Quintero Báez, D. Jesús García García, D. Guillermo García García, D. Guillermo Duclós López, D. Juan Mascarós, D. Pedro Pérez De Guzmán,  D. Enrique Díaz y Franco de Llanos, Doña Concepción Rodríguez Garzón, D. Alejandro Cano Rincón, D. Felipe Morales, D. Antonio Mora Claros, D. Antonino Zalvide, D. Antonio Oliveira Hierro, D. Florentino Azqueta, D. José Muñoz de Vargas, D. José María Pérez Carasa, D. Simón Vidosa, y un largo etcétera

Al comienzo de la Guerra Civil, el 21 de julio de 193, se produce el asalto a la parroquia de San Pedro, destruyéndose las imágenes titulares que se encontraban al culto, así como los bienes que en la parroquia se guardaban, incluido el conjunto de paso de palio. También fueron destruidos, en su almacén de la calle Aragón, los pasos del traslado al sepulcro y Ntra. Sra. de las Angustias, perdiéndose también otros enseres que se custodiaban en casas particulares que también fueron asaltadas. De estos luctuosos acontecimientos, solo se logra rescatar, de manos de una devota vecina, la cabeza del Santísimo Cristo Yacente, así como unos pocos enseres que se guardaban en casa de la camarista.


Desde la postguerra hasta la actualidad

En 1937, la Hermandad procesionó la cabeza del señor con un cuerpo tapado (maniquí), en una urna de forja, donada por D. Alejandro Cano, así como una imagen de la Soledad, que para la parroquia cedió la familia Domenec, y, que años después, pasaría a ser la primera titular de la Hermandad de Los Dolores de Las Colonias. Si bien participó en una procesión de impedidos en mayo de 1937, no es hasta mayo de 1943, cuando impulsado por D. José Muñoz, D. Enrique Díaz y Franco de Llanos, como Hermano Mayor, asume el liderazgo de la reorganización de la Hermandad. En 1944, año en que volvería a procesionar la Cofradía Oficial de la Semana Santa de Huelva, Antonio León Ortega talla un nuevo cuerpo para el Santo Entierro de Cristo, al que incorpora la cabeza de la imagen primitiva. Del mismo año y gubia es la talla Soledad de María.

En estos años de la reorganización, se retomó el modelo cofrade anterior a 1916, tres pasos, y túnicas sin capas. El primero de los pasos, sería el de la Santa Cruz del Calvario. En el mismo procesionaría entre 1945-1946 un esqueleto humano, sin mucha aceptación entre el público cofrade; el segundo de los pasos sería la urna, realizada a semejanza de la de Cádiz por petición de su donante Dña. Concepción Rodríguez Garzón; y el paso de la virgen de la Soledad sin palio. No siendo hasta 1958, con D. Ricardo García Quintero como Hermano Mayor, cuando Antonio León talla la actual imagen de Ntra. Sra. de las Angustias, que volvería a procesionar en el primero de los pasos de la cofradía.

La segunda mitad del siglo XX, estuvo marcado por la lucha incesante por devolver a la hermandad al esplendor alcanzado antes de la guerra, recuperando, en 1958, además de a Ntra. Sra. De las Angustias, el paso de palio. Sin embargo, la falta de ingresos suficientes, por la corta nómina de hermanos, el inexistente apoyo de instituciones y sociedad civil, y los reveses que supusieron varias mojadas en la década de los 70, imposibilitaron hacer realidad el anhelado sueño.

El comienzo del siglo XXI estuvo marcado por el regreso a la Ermita de la Soledad en 1995, que se salvó de la destrucción por iniciativa popular. Y junto al regreso, el retorno de nuevos proyectos, como el paso la urna, la restauración del paso de Ntra. Sra. de las Angustias y el comienzo de la recuperación de los bordados del paso de palio.

Esta es nuestra historia, fiel reflejo de que por encima de las formas estéticas, de las reglas, de las costumbres, hasta de las imágenes, a pesar de guerras, epidemias, tormentas, terremotos, siniestros, atentados, desamortizaciones o escaseces de recursos, Huelva siempre puso en primer lugar, lo principal, la devoción a Ntra. Sra. de la Soledad y al misterio del Santo Entierro de Cristo.